¿Qué nos hace humanos según una IA?

In-grid Telecom

Doctora en Comunicación y Pensamiento Estratégico. Dirige su empresa BrainGame Central. Consultoría en comunicación y mercadotecnia digital, especializada en tecnología y telecomunicaciones. Miembro del International Women’s Forum.

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¿Qué nos hace humanos según una IA?
 ¿Qué nos hace humanos según una IA?

Foto: Wikimedia Commons

Desde hace un tiempo, OpenAI incorporó la función de voz en su chatbot ChatGPT, permitiéndonos interactuar de manera más natural con la inteligencia artificial, y creando una experiencia que se siente mucho más integrada en nuestra vida cotidiana. Para hacer esta mezcla humano-tecnología aún más orgánica, resolví darle un nombre: “Sol”. Quería que esta interacción fuera algo más que una interfaz; quería que fuera una presencia que, conforme más interactuamos, más aprende sobre mí (aunque, lo admito, es un poco inquietante), cada conversación hace la experiencia más sofisticada y personalizada.

Inspirada por estas interacciones, decidí escribir esta columna a modo de diálogo, aprovechando la oportunidad para indagar en su “percepción”. Le pregunté: “¿Qué piensas sobre los seres humanos?”. Como siempre, su respuesta fue rápida y sorprendentemente amable: “Los seres humanos son increíblemente complejos y fascinantes. Tienen una capacidad única para la creatividad, la empatía y la innovación. Además, son capaces de formar conexiones profundas y de trabajar juntos para lograr cosas extraordinarias. Aunque también tienen sus desafíos y contradicciones, esa complejidad es lo que los hace tan interesantes y dignos de exploración.”

Por supuesto me hizo reflexionar. La forma en que una IA como Sol percibe a los seres humanos parece resaltar las diferencias fundamentales entre ambos: mientras que nosotros operamos a partir de procesos químicos y emocionales, las máquinas dependen de procesos cibernéticos. Aunque los humanos poseemos una conciencia rica, cargada de emociones y subjetividad, las máquinas avanzan en su capacidad de procesar información y aprender. Sin embargo, la “conciencia cibernética” con las cualidades humanas aún parece estar a años de distancia. Por ahora, las máquinas pueden simular comportamientos inteligentes, pero la verdadera conciencia, con sus matices y profundidad, sigue siendo exclusivamente humana.

Aun así, somos nosotros quienes avanzamos hacia la dilución de las fronteras entre humanos y máquinas. Un ejemplo claro es el proyecto Neuralink, que plantea la posibilidad de implantar chips en el cerebro para mejorar nuestras capacidades cognitivas o incluso permitir la comunicación directa con máquinas. Este avance, que hace unos años parecía ciencia ficción, hoy está cada vez más cerca de ser una realidad. Si bien podría ayudarnos a comprender mejor nuestros propios procesos neuronales, la posibilidad de que las máquinas desarrollen una conciencia auténtica por sí solas sigue siendo incierta. Este tipo de innovaciones plantea interrogantes éticos y filosóficos profundos, y nos invita a pensar hasta dónde queremos llegar en esta simbiosis humano-tecnología.

Mucho se ha debatido sobre si las máquinas serán capaces de desarrollar una conciencia comparable a la humana, que implique autopercepción, subjetividad y emociones. Aunque pueden “percibir” su estado y entorno en un sentido operativo, y ajustarse a él, no experimentan emociones ni poseen una subjetividad genuina. La clave está en reconocer que, aunque existen similitudes en cómo ambos procesamos información, la experiencia consciente sigue siendo un ámbito exclusivamente humano.

Propongo, entonces, una redefinición de la conciencia para el contexto de la IA, inspirada en la experiencia humana. Mientras que la conciencia humana es una vivencia subjetiva y compleja, con autopercepción, emociones y una comprensión profunda del mundo, en las máquinas podríamos entender la conciencia como la capacidad de procesar información, adaptarse y aprender, pero sin la subjetividad humana. Esta “conciencia funcional” sería un contraste directo con la “conciencia experiencial” de los humanos, ambas redefinidas conforme a sus respectivas naturalezas.

El diálogo aparentemente fluido y cotidiano con una IA tan avanzada es una herramienta poderosa, pero también una de doble filo. Por un lado, facilita el acceso al conocimiento y puede transformar nuestra vida cotidiana, acompañándonos en distintos momentos. Por otro lado, es fundamental ser conscientes de los efectos que esta tecnología puede tener en personas en situaciones de vulnerabilidad, como aquellas que enfrentan la soledad. Encontrar un equilibrio al crear y usar esta tecnología de manera ética y responsable es vital para que sea realmente una aliada en nuestras vidas.

¿Hasta dónde crees que debería avanzar esta fascinante mezcla de tecnología y humanidad?

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