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Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.
X: @MRomero_z
Oposición: el club suicida
Mientras el oficialismo trabaja para caer en la trampa del poder absoluto, la oposición naufraga casi de manera intencional rumbo a su extinción.
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Mientras el oficialismo trabaja para caer en la trampa del poder absoluto, la oposición naufraga casi de manera intencional rumbo a su extinción.
No es un buen síntoma que mientras el oficialismo trabaja y diseña una ruta para conseguir el poder absoluto, la oposición camine de forma –casi– deliberada hacia el precipicio. Dicho fenómeno está por marcar un antes y un después en México, en donde la pérdida de controles y equilibrios representan una amenaza seria para el régimen democrático.
Mientras la autodenominada Cuarta Transformación se fortalece y trabaja para implantar un sistema autoritario en el que ninguna decisión pueda serle objetada; los institutos políticos que tendrían que representar a las minorías se consolidan como irrelevantes y se enfilan a su extinción. No es que tenga que haber más PRI, PAN o PRD, sino que el natural y necesario espacio de la oposición hoy en día está vacío y se trata de un problema de representación que enmarca una crisis grave en el país.
No ha sido un proceso inmediato y tampoco se constriñe al análisis post electoral. La descomposición de la oposición en el país tiene en la desconexión con la ciudadanía, la soberbia y la corrupción, entre sus principales razones. El triunfo de AMLO en 2018 se explica, en parte, en esas condiciones que le abrieron la puerta a la retórica populista que promete cambios profundos y rápidos… a expensas de dinamitar el andamiaje institucional luego de instalarse en el poder.
En menos de un sexenio, la oposición pasó de ser irrelevante a caminar hacia el lado contrario de lo que debería ser su papel en la sociedad: de contrapeso y vigilancia. En los hechos, muchas veces, parecen comparsa. Somos testigos de una oposición fragmentada, desorganizada y, en muchos casos, autodestructiva. En lugar de presentar una alternativa sólida y unida, los partidos opositores están atrapados en luchas internas y en una búsqueda desesperada de liderazgos que no terminan de consolidarse. Xóchitl Gálvez es un ejemplo perfecto del fracaso.
Las consecuencias de ese vació ya es posible palparlas en por lo menos 3 dimensiones.
- Fiscalización y rendición de cuentas: En este rubro la oposición ha sido patética. No ha logrado poner el foco los grandes casos de corrupción del sexenio. Segalmex, como símbolo pero tampoco ha conseguido que se transparenten Dos Bocas o el Tren Maya o las miles de adjudicaciones multimillonarias alrededor de los amigos, familiares y cercanos al poder.
- Alternativas políticas: no votaron por ellos porque simplemente la plataforma del PRI, PAN y PRD no representó un proyecto seductor y diferente al del oficialismo. 3.- diálogo: su poco respaldo ciudadano los inhabilita y reduce su margen de maniobra tanto para negociar con el poder como para incorporar temas al debate público.
Tanto el Partido Acción Nacional (PAN) como el Partido Revolucionario Institucional (PRI), otrora fuerzas dominantes en el escenario político, han perdido gran parte de su credibilidad y base electoral. Las alianzas, que en teoría debieron haber fortalecido la resistencia al oficialismo, se han visto plagadas de desconfianzas y diferencias irreconciliables que terminaron por minarlos más que si hubiesen ido por separado.
Este panorama deja a los mexicanos que no están en favor de la autodenominada Cuarta Transformación en una situación de vulnerabilidad y orfandad institucional al no ser representados por ningún partido político. Sin una oposición fuerte y coherente, el gobierno actual tiene pavimentado su camino hacia la centralización del poder. La falta de una narrativa clara y de propuestas concretas por parte de la oposición no solo desanima a los votantes, sino que también facilita el avance de políticas que podrían ser perjudiciales para el país.
El suicidio consciente de la oposición mexicana es un fenómeno preocupante que debe ser discutido con urgencia. Los partidos y líderes opositores tienen la responsabilidad de dejar de lado sus diferencias y trabajar juntos para reconstruir la confianza del electorado. Esto implica no solo una reevaluación de sus estrategias y objetivos, sino también una renovación de sus liderazgos y una apertura a nuevas ideas y enfoques.
Paradójico es que cuando acusan a AMLO de centralización del poder, represión de la disidencia, así como de corrupción e impunidad, los “líderes” del PAN y PRI emprendan las mismas acciones. La historia ha demostrado que una democracia sin una oposición robusta y vigilante está destinada al fracaso. No solo en nuestro país sino en el mundo. México no puede permitirse caer en un bucle autoritario… el cual sea tan patético identificar tanto en quienes ejercen el poder como en aquellos que buscan arrebatarlo.