Más que un símbolo de estatus
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

Más que un símbolo de estatus Más que un símbolo de estatus
Tarjetas de presentación. Foto: Roberto Vargas.

Después de más de dos horas de miradas cruzadas, brindis lejanos y abierto coqueteo, le dije al mesero: “Pregúntale a la señora qué está tomando y dile que le invito una copa”.

A mis 41 años, el recurso me había servido en más de una ocasión. Aquella noche no tuve suerte.

– Dice que le mande su tarjeta de presentación y con gusto.

Con un escalofrío llevé la mano al bolsillo derecho del pantalón y tomé la cartera sólo para corroborar que hacía varios años que había dejado de usar tarjetas. La mujer me miró, bebió un trago de su copa y abrió las manos con las palmas hacia arriba, inequívoco gesto de “ni modo”. O como dijera un clásico: “¡Lástima, Margarito!”

Al otro día le pregunté a Paco Arredondo dónde mandaba hacer las suyas y encargué un par de cientos. En Televisa Deportes sólo a algunos privilegiados la empresa les daba tarjetas, la mayoría de los reporteros las mandaba a hacer por su cuenta. Mi amigo Arredondo era un caso. Como mucha gente no lo identificaba de vista, a pesar de aparecer a cuadro desde varios años atrás, cuando salíamos de parranda repartía más tarjetas que Antonio R. Márquez en un América-Chivas, desde gerentes, otros parroquianos y meseros, hasta los “viene-viene” afuera de los antros.

Rapidez y eficacia

De acuerdo con el portal español Puro Marketing, en plena era digital las también conocidas como “tarjetas de visita” mantienen su importancia en la construcción de redes y relaciones profesionales y comerciales.

“El acto de entregar una tarjeta es un gesto tangible que va más allá del simple intercambio de información. Un diseño atractivo y funcional puede hacer que la tarjeta sea guardada y consultada con frecuencia, aumentando las posibilidades de que el contacto se convierta en una oportunidad de negocio.

“Aunque vivimos en una época de digitalización y conectividad constante, la accesibilidad y el impacto emocional de una tarjeta de presentación continúan ofreciendo una forma efectiva de compartir información de contacto de manera tangible y significativa”.

¿Quién no se sentía “una nalga” cuando un personaje importante le daba su tarjeta?

De Patrick Bateman a Noroña

En la película American Psycho (2000), el multiasesino Patrick Bateman (Christian Bale) reconoce que las tarjetas de presentación representan un importante símbolo de estatus. Si viste la cinta, recordarás la escena en la que Bateman y sus colegas presumen sus tarjetas de visita, en las que destacan el color, papel y la fuente que utilizan: “Esa es color hueso. Y el tipo de letra algo así como Silian Grail”, dice el asesino serial, que enfurece al ver que su tarjeta es menos elegante que la de sus amigos.

La primera tarjeta de presentación que tuve, en formato vertical, es de cuando fui secretario de estudios de un comité distrital de Acción Nacional en el sur de la Ciudad de México. Dos años más tarde Reforma me dio mi primera tarjeta como reportero y, de ahí en adelante, tuve en casi todos los lugares en los que trabajé. Por lo regular las mandaba a hacer yo y siempre fueron finamente diseñadas por la mamá de mi hija. Recuerdo que una navidad le regalé un ciento de tarjetas de visita a cada uno de los reporteros y fotógrafos de Soccermanía.

En mi archivo, además de libretas y agendas, conservo decenas de tarjetas de presentación de colegas, directivos de clubes o medios de comunicación, de corresponsales de agencias extranjeras, amigos, familiares y hasta una que le hizo su mamá a mi hija.

Durante mi etapa como estudiante de ciencia política conseguí las tarjetas de Felipe Calderón (secretario general del PAN en ese momento) y de Gerardo Fernández Noroña cuando era presidente del PRD mexiquense. La segunda la conservo en el tarjetero; la del expresidente debe estar en medio de alguno de mis libros que ocupé durante la carrera.

Alguna vez, durante la presentación de una Copa Telmex, le pedí su tarjeta a Joaquín Urrea, el árbitro acusado de favorecer al América en la Final que le ganó a Pumas en la temporada 84-85. No sé dónde quedó ese cartón maldito.

Durante mi etapa como reportero de lucha libre me hice de dos curiosas tarjetas, la de Jesús Alvarado Nieves, el “Brazo de Oro”, que además de gladiador era dirigente sindical y la de don Pedro el “Perro Aguayo”, que hasta fotografía trae. Es un verdadero objeto de colección al que sólo le faltó la firma del “Can de Nochistlán” para cotizarse mejor. Por cierto, una tarjeta de visita con la firma de Steve Jobs, uno de los fundadores de Apple, alcanzó los 181 mil dólares en una subasta realizada en marzo de este año.

Entre mis curiosidades conservo las tarjetas de algunos de mis compañeros de generación del taller de redacción de Reforma, la de escritores y académicos como Pablo Alabarces, Javier García-Galiano y José Luis Rojas Torrijos, y la de una diplomática finlandesa que fue mi primer date extranjero de Tinder. Por ahí apareció también la del “Oso de la Guerrero”, un legendario revendedor tuerto que repartía tarjetas a la salida de conciertos y partidos de futbol. Tenía dos versiones, para dama y caballero. La primera era blanca con rosa y tenía flores en su diseño. La otra era un oso con una botella de whisky JB en una mano y un puñado de boletos de Ticketmaster en la otra. Nunca supe su nombre.

Como olvidar que la tarjeta que me dio en una fiesta de fin de año de Televisa el productor Rafael Bustillos me ayudó a recuperar mi cartera y documentos personales. El viejo que encontró la billetera tirada en la calle vio la tarjeta y llamó a la oficina del ex productor del Teletón. De ahí me buscaron para darme el número del señor, que además de pedirme una compensación económica, durante meses me llamaba cada 15 días para pedir boletos para los juegos del América.

Por el futbol conocí a infinidad de personajes de todos los ámbitos, hasta un ministro de la Defensa de Perú que pasó por mi oficina para llevarse un montón de revistas Soccermanía. Lo vi un par de veces en persona y nunca supe quién era el general Roberto Chiabra León hasta que vi la elegante tarjeta que me dejó en un paquete con varios libros. Nunca imaginé que el hombre con el que platiqué de Walter Ormeño, Claudio Lostanau y la “Cobra” Muñante había sido ministro de Defensa en el gobierno del presidente Alejandro Toledo.

En la actualidad aún cargo tarjetas de presentación en la cartera, pero no recuerdo cuándo fue la última vez que recibí alguna. Era un clásico entregarlas con el pulgar y el índice de la mano derecha y un frío “Llámame”, como despedida.

Chiabra

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