La política industrial no es solamente industrial
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

La política industrial no es solamente industrial La política industrial no es solamente industrial
No solo de maquilar televisiones y ensamblar automóviles viven las personas. Foto: AhmadArdity/Pixabay.

Un capítulo en las memorias de Lee Kuan Yew, el líder de Singapur desde su independencia en 1965 hasta el fin del siglo XX, me recordó un pasaje del emotivo discurso que Luis Barragán pronunció en la mansión Dumbarton Oaks, en Washington D.C., al recibir el Premio Pritzker de 1980, considerado el “premio Nobel” de la arquitectura.  Los miembros del jurado, todos arquitectos de renombre mundial, explicaron en su mención que honraban a Barragán “por su compromiso con la arquitectura como un acto sublime de imaginación poética. Ha creado jardines, plazas y fuentes de una belleza cautivadora: paisajes metafísicos para la meditación y la compañía.”

Barragán agradeció en español: “…En mí se premia entonces, a todo aquel que ha sido tocado por la belleza. En proporción alarmante han desaparecido en las publicaciones dedicadas a la arquitectura las palabras belleza, inspiración, embrujo, magia, sortilegio, encantamiento y también las de serenidad, silencio, intimidad y asombro. Todas ellas han encontrado amorosa acogida en mi alma, y si estoy lejos de pretender haberles hecho plena justicia en mi obra, no por eso han dejado de ser mi faro.”

Sin proponérselo, sus palabras hablaban de una idea de la arquitectura, el urbanismo y el paisajismo que parecía alejarse cada vez más de la experiencia de habitantes y visitantes casuales del México de entonces -y de otros tantos países. Las ciudades, los edificios, las casas, las unidades habitacionales, las fábricas se expandían sin atención a ninguno de esos conceptos que Barragán enfatizaba y merecen repetirse: belleza, inspiración, embrujo, magia, sortilegio, encantamiento, serenidad, silencio, intimidad y asombro.

Entre las 778 páginas que Lee Kuan Yew dedicó a repasar la historia de su país -en gran medida, su historia personal-, donde cabe una narrativa sobre su estrategia de desarrollo y su esfuerzo por encontrar la forma adecuada de insertarse en el concierto internacional, encontró el espacio para referirse las razones y las políticas para “Reverdecer a Singapur” (Greening Singapore):

“Para alcanzar estándares del Primer Mundo en una región del Tercer Mundo, nos dimos a la tarea de transformar a Singapur en una ciudad jardín tropical…Concluí que necesitábamos un departamento dedicado al cuidado de los árboles después de plantarlos. Establecí (ese departamento) en el ministerio de desarrollo económico…Plantamos millones de árboles, palmeras y arbustos. El reverdecimiento eleva la moral de la gente y les da orgullo por su entorno. Les enseñamos a cuidarlos y no maltratarlos. No diferenciamos entre áreas de clase media y clase trabajadora…en el transcurso de un año hubo un notable embellecimiento de los espacios públicos”.

Se necesitó, explicó “perseverancia y resistencia para combatir viejos hábitos: la gente caminaba sobre las plantas, pisoteaba el césped, despojaba los macizos de flores, robaba arbolitos o aparcaba bicicletas o motocicletas contra los más grandes, derribándolos… para superar la indiferencia inicial del público, educamos a sus hijos en las escuelas haciéndoles plantar árboles, cuidarlos y cultivar jardines. Ellos llevaron el mensaje a sus padres.”

Después de comentar sobre la contratación de consultores de Australia y Nueva Zelandia para diversificar el tipo de plantas en los jardines, y de enfatizar las políticas para promover la cortesía con los visitantes, que en cualquier caso “debe ser nuestro estilo de vida, para hacer Singapur placentera para nosotros mismos”, Lee Kuan Yew destacó: “Nuestro mayor dividendo fue cuando los líderes de la ASEAN (la Asociación de Países del Sudeste de Asia) decidieron competir en el reverdecimiento de sus ciudades… Ningún otro proyecto ha traído mayores recompensas a la región. Nuestros vecinos han intentado superarse mutuamente en cuanto a ser más verdes y florecer más. El reverdecimiento fue una competencia positiva que benefició a todos: fue bueno para la moral, el turismo y los inversionistas. Fue inmensamente mejor que compitiéramos por ser la ciudad más verde y limpia de Asia… Cada vez que regreso a Singapur después de una semana de ausencia y veo los árboles, las palmeras, el césped verde y los arbustos en flor mientras conduzco por la East Coast Parkway desde el aeropuerto hacia la ciudad, mi ánimo se eleva. El reverdecimiento es el proyecto más rentable que hemos lanzado.”

La estrategia incluyó medidas para combatir la contaminación de los ríos, el aire y el ruido. Notablemente, se concentró tanto en zonas urbanas como industriales: “El tamaño de Singapur nos obligó a trabajar, jugar y vivir en el mismo espacio reducido, lo que hizo necesario preservar un entorno limpio y agradable para ricos y pobres por igual… En el corazón de Jurong Town, rodeado de cientos de fábricas, construimos un parque de aves en 1971. Sin estrictas normas anticontaminación, estas aves de todo el mundo no habrían podido prosperar como lo hacen. También tuvimos espacios verdes en Jurong. Todas las fábricas tuvieron que ajardinar sus terrenos y plantar árboles antes de poder comenzar a operar”.

Y con respecto al ruido: “Singapur (sufría) los efectos de los vehículos, (la instalación) de los pilotes en las obras, los altavoces de los espectáculos al aire libre, los televisores y las radios. Lenta y metódicamente, fuimos reduciendo los decibeles mediante la aplicación de nuevas normas.”

¿Creó o podía crear el gobierno de Singapur, de la misma manera como destacaría el jurado del premio Pritzker sobre la obra de Barragán, “jardines, plazas y fuentes de una belleza cautivadora: paisajes metafísicos para la meditación y la compañía”? El juicio depende del visitante, pero quien pasea por algunos de los espacios verdes que con esmero ha desarrollado el gobierno de ese país puede toparse, en efecto, con experiencias que quizá solo los jardines pueden dar: “encantamiento, serenidad, silencio, intimidad y asombro”. En una ciudad-estado de alta densidad, habitada por personas de etnias y culturas originarias distintas, creciendo a un ritmo frenético, no es tan fácil lograrlo.

He visitado y visto desde el automóvil algunos parques industriales en México. He distinguido bodegas, naves de fabricación, rejas, alambres de púas, cemento por doquier. El trayecto rumbo a las instalaciones rara vez sugiere premeditación, orden, o algún tipo de intención armónica de las autoridades o los desarrolladores. Los jardines contiguos a las zonas de producción brillan por su ausencia, por lo menos si la idea de un jardín se toma en serio: un par de árboles y una mesa en una esquina perdida, un incierto y estrecho camellón rebautizado como “parque lineal” no son precisamente una vía para elevar la moral, sentir orgullo, mirar hacia adentro, recuperar energía para volver al trabajo.  

En última instancia, el interés por el reverdecimiento en la narrativa de Lee Kuan Yew es un interés por las personas, el verdadero corazón de la vida y el desarrollo económico. Al hablar de jardines, aviarios, ríos limpios, menos ruido y embellecimiento en general, como también lo hacía de la educación, la salud, la vivienda o el estado de derecho, daba en el blanco: la política industrial realmente valiosa invierte en las personas antes que en las máquinas, en los árboles tanto o más que en el cemento. No solo de maquilar televisiones y ensamblar automóviles viven las personas. La vida es afortunadamente mucho más amplia.

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