Megalópolis y Halloween: la pérdida de la razón
Corte final

Crítico de cine, investigador, programador y tallerista. Fundador y director editorial de Cinegarage, proyecto enfocado a la crítica cinematográfica en todas sus manifestaciones. Guionista, productor y anfitrión del podcast Cinegarage que se publica desde hace 10 años. Miembro del LatAm Critics Award for European Films. Jurado en diversos festivales de cine nacionales e internacionales. Colaborador especializado de distintos programas y proyectos como BBC Culture y Prisma RU de Radio UNAM.

Fan total de David Bowie y puedes encontrarlo en: IG y X.

Megalópolis y Halloween: la pérdida de la razón Megalópolis y Halloween: la pérdida de la razón
Francis Ford Coppola presentó su película "Megalópolis" en Morelia. Foto: EFE/EPA/GUILLAUME HORCAJUELO

El fin de octubre de 2024 fue agitado en todos los sentidos. Unos días después del Halloween correspondiente Estados Unidos iba a llevar a cabo una nueva elección presidencial y las opciones no eran del todo buenas aunque sí, había una que marcaba el rumbo directo al abismo. Los resultados confirmaron que la decadencia de lo que aún se considera el faro de occidente y el ejemplo de la democracia, es una realidad que muchos se habían empeñado en esconder, negar o ignorar.

Esa misma noche de Halloween, antes de que la bestia abriera las mandíbulas, la fiesta estaba puesta. En pleno centro histórico de la Ciudad de México, en el paso de la medianoche hacia el Día de Muertos, la banda andaluza Derby Motoreta’s Burrito Cachimba ofrecía un concierto al que podríamos llamar íntimo. El pretexto era presentar en vivo su disco más reciente “Bolsa amarilla y piedra potente” ante el público elegido. El concierto fue brutal no sólo por las fechas, sino por la propuesta que desde hace años regalan los Derby debajo de su forma abigarrada.

Su música es una mezcla completamente improbable de flamenco, heavy metal tradicional, progresivo ilógico y hard rock puro y estilizado. Sí, detrás están las raíces en propuestas originarias como el mítico disco “Omega” en el que se mezcló el flamenco revolucionario y anti radical (pero plenamente identificable) de Morente, y el hard rock shoegazero de los Lagartija Nick. Pero los Derby inyectan un espíritu de reventón que hace de algo que podría ser formulaico algo aún más explosivo. Para volver al tema del discurso, provocan desde sus formas que la razón se fugue para que una especie de locura febril y festiva inunde el cuerpo. Unos los calificarán como rock pacheco… Y estarán en lo cierto. Otros lo llamarán rock irracional… Y darán en el clavo. Alguien más lo calificará como propuesta sin sentido… y llegará inesperadamente al punto.

Porque lo que los Derby quieren (o logran) es que la razón se vaya de vacaciones para que ellos puedan entregarnos una fiesta de no-ideas cimentadas en meras emociones.

El fin de la razón.

Las conversaciones posteriores al concierto se centraron, cervezas en la mesa, en Megalópolis, la improbable, pacheca, irracional y sin sentido nueva película del siempre improbable Francis Ford Coppola, revolucionario en su momento y desde distintas ópticas, del cine de Hollywood.

Lo que Coppola deja en la pantalla son muchas pantallas y -para emparejarlo con el poder de la discursiva sinrazón de los Derby- una fiesta en la que la lógica debe ser desterrada.

En Megalópolis, con la visión que lo caracteriza, Coppola dibuja a un imperio en decadencia. Formalmente es un imperio conectado directamente con la Roma antigua. Las ropas, los peinados, los edificios, las maneras, las palabras, lo dejan claro en medio de la locura a través de la cual se filtra todo. Porque en el discurso el imperio que representa es el Estados Unidos en el que los ideales se han ido por la coladera para, en plena decadencia, reducir todo a la pelea del poder por el poder, es decir, una locura desproporcionada que confirma que los Estados Unidos que fueron considerados por mucho tiempo el bastión de la civilización contemporánea, están en su peor momento.

La forma para decirlo no podía ser una convencional. Coppola erradica la lógica de su narrativa y hace de la locura formal la carretera de su desilusión por los Estados Unidos que mueren, aunque nunca niega su enamoramiento por los Estados Unidos que fueron.

En su narrativa abigarrada, barroca y operística, aparecen decenas de referencias a otras tantas películas, auto referencias, encuadres de lujo poco sutil. En el rompimiento entre esos dos mundos está la desilusión de Coppola ante un país que se traiciona, al mismo tiempo de la admiración por los logros conseguidos. En esa misma fractura está también la sugerencia de comunicarlo todo sin el uso de la razón, con entraña y víscera, sin lógica. Es una película pacheca, improbable, irracional, sin sentido, shoegaze y hard rock al mismo tiempo.

Como los tiempos que se viven.

Es una pena que muchos busquen darle lectura racional a una propuesta como la de Coppola que quiere escapar a la sinrazón que se avecina, la que nos lleva al abismo: cruel, mortífera, dura, violenta. Porque el escape que propone, aunque igualmente fuera de la razón y la lógica, es de luces festivas (empatadas con las de los Derby). Luces festivas de sinrazón antes de entrar a la jungla de la locura malsana.

Síguenos en

Google News
Flipboard