Las preguntas que no deberíamos hacer a mujeres trabajadoras

Periodista especializada en perspectiva de género, miembro de Frontline Freelance. Es titular de la Unidad de Investigaciones Especiales en Once Noticias Digital y hace consultoría en comunicación y gestión de crisis. Con ellas y por ellas.

Twitter: @anagupin

Las preguntas que no deberíamos hacer a mujeres trabajadoras Las preguntas que no deberíamos hacer a mujeres trabajadoras
La directora general de la Bolsa Institucional de Valores, María Ariza. Foto: EFE

¿Es pésimo preguntarles a directivas cómo hacen para balancear su vida privada con el trabajo?, ¿está mal preguntarle a mujeres que trabajan cómo le hacen para partirse en mil y cumplir en todos lados? Eso me pregunto desde hace un par de semanas luego de un desayuno en el cual AT&T nos reunió a periodistas, abogadas y expertas en el sector de telecomunicaciones, y donde precisamente una colega señaló como impresentables esos cuestionamientos. 

Y entiendo por qué. A lo largo de décadas hemos visto a periodistas y otras personas, incluso profesionales de Recursos Humanos, sin perspectiva de género preguntar -desde la condescendencia- a mujeres en puestos directivos (y en realidad en muchos puestos sin importar la industria) que cuántos hijes tenían, que si ella trabajaba tanto quién les cuidaba, que si su familia no interfiere con su desarrollo profesional, y otras cosas tan inverosímiles como preguntarles sobre su dieta, sobre qué tipo de ejercicios realizan, etc. Considerando que en México sólo 38% de las posiciones de alta dirección pertenecen a mujeres, según cifras del último reporte de Grant Thornton, quizá debería interesar más saber sobre sus estrategias de negocio que sobre si es madre o no.

Por supuesto que entiendo el hartazgo de mujeres que no quieren responder eso, sobre todo porque observan que a sus pares hombres jamás les preguntan algo así. Sin embargo, y sin jugar al abogado del diablo, creo que es pertinente que nosotras sigamos preguntándonos esas cuestiones por distintos motivos:

  1. Representatividad: Yo soy una mujer de 32 años que vive en Ciudad de México, pero que creció en el Estado de México. Con papás profesores, fui a colegio privado sólo porque tuve acceso a una beca durante mis primeros 13 años escolares y luego asistí a una institución pública (la UNAM) para cursar la universidad. Dicho eso, cuando sé más sobre la vida de “personas” destacadas casi siempre son hombres, blancos y anglosajones, y seguro son historias inspiradoras para muchos pero no para mí porque no me identifico en lo más mínimo con ellos. No tuve acceso a condiciones escolares similares, ni a formación de emprendimiento como ellos, ni por supuesto a un red que financiera ideas que he tenido en noches de insomnio. Saber que hay mujeres ya ocupando esos cargos, que son mexicanas y que quizá alguna de ellas no proviene de una familia bien acomodada, con facilidades económicas de relacionamiento con una red robusta de contactos, me motiva a seguir construyendo posibilidades dentro de mi propio contexto. 
  1. Modelos de inspiración: Yo aún no soy madre, pero sí trabajadora que planea ampliar la familia que ya he empezado con mi pareja con el nacimiento de por lo menos un bebé. Y ahora, en estas circunstancias, hay días en que no tengo tiempo de trabajar y terminar a buena hora, ir al gimnasio, cenar con mi pareja, ver a amigos… bueno, hay días en que no me queda un momento para bañarme. Por supuesto que me parece relevante aprender de quienes ya lo han logrado a gestionar su tiempo y todas su responsabilidades y a construir redes con personas cuyas circunstancias de vida puedan ser útiles o inspiradoras a otras mujeres que les cueste trabajo a conciliar todas sus facetas. Además, considero que se puede construir una red de networking entre aquellas mujeres que tienen afinidades dentro de sus vidas personales que pueden trascender en beneficios laborales o nuevos vínculos de amistad que, como bien sabré, es cada vez más complicado de establecer conforme crezco. 
  1. Visibilizar el desequilibrio: hasta que no sea así, que quien asume más labores de trabajo no remunerado son las mujeres: sin importar cuántos años tienen, a qué se dedican, en dónde y con quién viven, etc. Y no sólo le preguntemos a las mujeres, preguntémosle a hombres para saber de qué forma están participando en la crianza de sus hijes (si es que les tienen), en el sostenimiento del hogar más allá de lo económico, en el cuidado a sus padres u otros dependientes. Hagámoslo hasta que sea menos frecuente que ellos respondan “mi mujer se encarga de eso”, hagámoslo hasta que revirtamos que las mujeres ejecuten el  60% del total de horas dedicadas al trabajo remunerado y no remunerado, mientras hombres contribuyen con poco más del 40%, ocupándose más en el sector remunerado (ONU Mujeres). Al insistir en que ellos deben tener una mayor participación, es posible crear más oportunidades de que las mujeres tengan más tiempo para el aprendizaje, la especialización, el ocio, la participación social y política, o el cuidado personal.
  1. Creación de mejores políticas: No le preguntemos sólo a hombres o mujeres en puestos de poder. Recuerdo que hace años entrevisté a una directiva que con orgullo me dijo que en la empresa que ella dirigía contaban con licencia de maternidad extendida de 1 año con goce de sueldo, con esquemas de horarios flexibles para nuevas madres y seguro de gastos médicos extendido a bebés. El sueño del primer mundo, hasta que aclaró que esos beneficios únicamente le correspondía al equipo de alta dirección de la empresa. Entonces, preguntarles en ESPACIOS SEGUROS y LIBRES DE DISCRIMINACIÓN a mujeres sobre las circuntancias en las que viven podría tener como consecuencia conocer mejor sus necesidades y así crear condiciones para que siga cumplimiendo como trabajadora y sus niveles de productividad esperados, y al mismo tiempo motivarla y ayudarla a vivir una vida más digna para cubrir sus responsabilidades familiares y/o personales, como por ejemplo establecer la modalidad de home office, subsidiar estancias de cuidado, habilitar instalaciones en los centros de trabajo como salas de maternidad, etc. Y por supuesto, para que una mujer se sienta cómoda hablando de esa esfera se tienen que garantizar condiciones de seguridad si partimos de que la maternidad/embarazo es el principal motivo de discriminación a mujeres en México, de acuerdo con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. 

Y por supuesto, no descarto la posibilidad de al mismo tiempo preguntar desde nuevas perspectivas para obtener nuevas y más enriquecedoras respuestas, como lo recomendó la periodista Fernanda Rocha.

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