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Abogado por la Universidad Autónoma de Yucatán y maestro en psicopedagogía por la Universidad José Martí de Latinoamérica. Su pasión son los derechos humanos, el antirracismo, la educación y la cultura para la paz. Y, sobretodo, ama la mar. Actualmente es coordinador de investigación en RacismoMX.
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La mar se llevó mi casa: racismo ambiental y migración
Las olas avanzan inexorables sobre la costa de El Bosque, en Tabasco, ejemplificando el racismo ambiental y el abandono estatal frente al cambio climático y el desplazamiento forzado.
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Las olas avanzan inexorables sobre la costa de El Bosque, en Tabasco, ejemplificando el racismo ambiental y el abandono estatal frente al cambio climático y el desplazamiento forzado.
Poco a poco, la mar comienza a devorar la playa. Sigilosa y lenta, traga las palmeras y su materia temblorosa domina lo que antes era la arena. El galope de las olas es incesante. Su movimiento no se detiene. Las familias de la costa saben que, aunque sea lento, el paso del agua es inevitable. Las estaciones pasan, la mar gana terreno, las familias denuncian por todos lados la situación y el Estado nunca actúa. Un día, simplemente, sucedió. Un día las olas arrasaron con las casas, escuelas y hospitales de El Bosque, en Centla, Tabasco. Con la espuma y las omisiones del Estado se perdieron también sus historias, sus anhelos y sus deseos.
Este caso demarca el impacto directo del cambio climático en poblaciones racializadas. El racismo ambiental es una realidad que los estados latinoamericanos deciden no atender y cuyas consecuencias derivan, entre otras, en el desplazamiento forzado de comunidades enteras.
Los gobiernos han decidido legislar prohibiendo el uso de popotes y bolsas de plástico; una curita para un brazo fracturado. Esos mismos gobiernos, sin embargo, autorizan y alientan los proyectos extractivos y racistas tal como El Tren Maya en México, o los proyectos mineros y agroindustriales en toda Centroamérica.
El racismo al ser un sistema tiene diferentes manifestaciones. Desde lo ambiental, el impacto no solo se da contra la naturaleza sino contra los tejidos de las comunidades que históricamente se han relacionado con el ambiente. Más aún, las personas defensoras racializadas son asesinadas por su trabajo de protección a la naturaleza: En América Latina si defiendes mariposas monarcas, te asesinan. En América Latina si destruyes la naturaleza y obtienes ganancias por ello, el estado te alienta.
En ese contexto, el Observatorio de Racismo en México y Centroamérica publicó el informe ¿Team Calor? Racismo ambiental y migración que evidencia por primera vez en la región la relación entre el cambio climático, el racismo y el desplazamiento forzado, denunciando las acciones y omisiones de los estados latinoamericanos en cuanto al problema.
Hace unas semanas, el Observatorio denunció ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos cómo los estados aplican diferenciadamente la Declaración de Cartagena, siendo que se da preferencia de refugio a las poblaciones blancas sobre aquellas racializadas —como las personas haitianas— que históricamente viven violencia generalizada, pobreza estructural y racismo ambiental.
A la vez, exigimos la participación de las poblaciones racializadas en la construcción del Plan de Acción de Chile, que busca constituirse como un mecanismo de articulación de todos los países de América Latina y el Caribe para proteger a las personas en situación de movilidad humana y apátridas, generar estrategias integrales para soluciones solidarias y especialmente proteger a las personas en contextos de desplazamientos forzados por desastres.
Sin duda, el Plan de Acción requiere un enfoque antirracista, y el Observatorio demostró ante la CIDH su importancia y necesidad. Además, alertamos una realidad: el racismo ambiental gira sus engranajes y el impacto será inminente. No podemos olvidar las palabras de Farhana Sultana: “El colonialismo persigue el pasado, el presente y el futuro a través del cambio climático”. La articulación antirracista es necesaria e indispensable. Aún estamos a tiempo.