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Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo.
Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.
X: @StratCons
La inentendible apuesta por Zoé Robledo
En un IMSS con fallas y deficiencias que han costado vidas humanas, así como la mala calidad percibida en sus servicios, nada explica mejor la ratificación del director del IMSS, que la ambición política guiada por ideología.
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En un IMSS con fallas y deficiencias que han costado vidas humanas, así como la mala calidad percibida en sus servicios, nada explica mejor la ratificación del director del IMSS, que la ambición política guiada por ideología.
Este jueves 25, la virtual presidente electa Claudia Sheinbaum ratificó en su puesto a Zoé Robledo dejándolo de esta manera a cargo, de forma directa, del presupuesto más grande para la atención de la salud en México y, paralelamente, de la mayoría del resto de los recursos para la salud y que ahora formarán parte de la bolsa del llamado IMSS-Bienestar.
Esta ratificación no es una sorpresa si se toma en cuenta que, hace apenas 10 días, el presidente de la República hizo, durante una de sus conferencias diarias, la “recomendación” de que este y dos funcionarios más permanecieran en las posiciones que ocuparon durante esta administración. Si esta recomendación estuvo bien fundamentada a los ojos de AMLO o si simplemente fue una clara indicación de forma vertical hacia la próxima presidenta, sólo lo saben ella y López Obrador.
La ratificación de Zoé Robledo como director del IMSS solamente se entiende con un trasfondo político ya que, al analizar su gestión como director, lo primero que salta a la vista son las enormes deficiencias que la institución tiene a nivel de infraestructura básica, calidad de atención y, recientemente, problemas laborales.
A pesar de que el IMSS es uno de los sistemas de salud gubernamentales más grandes del mundo, cubriendo a más del 50% de los mexicanos, la institución sufre de graves fallas y carencias en su infraestructura y administración.
El caso más trágico, sin duda, es la terrible muerte de una niña de seis años en un elevador del IMSS en Playa del Carmen, aplastada por una falla técnica que nunca debió ocurrir. Este incidente no es aislado. En el IMSS de Jalisco, los elevadores siguen sin funcionar de forma correcta y prácticamente no pasa un mes sin que no se sepa de fallas en estos aparatos, sean trabajadores, personas de la tercera edad o usuarios de cualquier tipo, poniendo en riesgo la vida de pacientes y personal médico.
La situación se agrava con el colapso de techos y la caída de plafones en instalaciones médicas, como sucedió en el IMSS de Nogales, Sonora, o de Ciudad Madero, donde una niña internada estuvo expuesta a aguas negras debido a la falta de mantenimiento. Paralelamente, las inundaciones en unidades médicas y hospitales del IMSS, como la que dejó 16 muertos en Hidalgo en 2021, son una muestra de las consecuencias mortales de una gestión deficiente.
Estos problemas reflejan una negligencia sistemática y una incapacidad para garantizar el funcionamiento básico de los servicios hospitalarios.
A esto se suman las quejas por discriminación, la tardanza en los procesos médicos y el desabasto de medicamentos, que le cuesta al IMSS más de 5 mil millones de pesos al año.
Las quejas comunes contra el IMSS por estos motivos están bien documentadas y reflejan un malestar generalizado entre los usuarios.
Según los datos de utilización de servicios de salud en México, de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2022, poco menos del 60% de los usuarios del IMSS utilizan esta institución como servicio médico de primer contacto y los motivos que argumentan para esta decisión son el acceso, los tiempos de espera para la cita y la calidad percibida de los servicios.
Hablando claro: todos sabemos que el motivo más importante para que un usuario del IMSS acuda a sus consultorios es porque requiere una incapacidad que le exige su patrón.
La creación del IMSS-Bienestar provocó que súbitamente explotara un problema que se encontraba latente: la gran inconformidad de numerosos médicos, personal de enfermería y auxiliares de salud, trabajadores de los sistemas de salud estatales, que ahora deben ser recontratados en el nuevo sistema, pero sin una claridad sobre su antigüedad, prestaciones o futuro. Este no debió haber sido un problema para el IMSS, pero Zoé Robledo lo hizo parte de su agenda.
La ratificación de Zoé Robledo parece ignorar estos problemas fundamentales y esto solo refuerza la percepción de indiferencia hacia las necesidades de los millones de mexicanos que dependen del IMSS, no obstante, la gran inversión realizada en un equipo de relaciones públicas, abocado a las respuestas rápidas en redes sociales, con el fin de interceptar y tratar de acallar las continuas quejas de los usuarios.
En lugar de buscar soluciones urgentes a la infraestructura colapsada y mejorar la calidad de los servicios ofreciendo soluciones rápidas y novedosas a los pacientes, familiares y cuidadores, el director del IMSS decidió hacerse cargo, además (por encargo del presidente) de estructurar el nuevo IMSS-Bienestar, bajo la engañosa arenga de que “es el IMSS para quien no tiene IMSS”.
En el camino, su intención (fallida) de obtener la candidatura a la gubernatura de Chiapas lo distrajo en gran medida de la labor para la que fue inicialmente contratado.
Seamos honestos, en ninguna empresa o ningún sistema de salud del mundo, este tipo de resultados no solamente no hubieran extendido el contrato a un director general sino que ya hace varios meses que hubieran propiciado que este dejara el cargo. Sin embargo, el mensaje político es claro: dar “continuidad” a los proyectos de la 4T.
Con más de 80 años de edad, el sistema de salud de México, incluyendo al IMSS, se ha convertido en un aparato anquilosado, obeso e ineficiente, que se encuentra en su peor momento debido a decisiones tomadas más ideológicamente que fundamentos técnico-científicos y desoyendo sistemáticamente las necesidades básicas de los usuarios.
Para fines prácticos, el mensaje final es bastante claro: en México, el sistema de salud no está al servicio de los pacientes sino que son estos quienes deben estar al servicio del sistema.