La etapa de joven revolucionarix, no te la saltes
Contextos

Reportero egresado de la UNAM, formó parte de los equipos de Forbes México y La-Lista. Con experiencia en cobertura de derechos humanos, cultura y perspectiva de género. Actualmente está al frente de la Revista Danzoneros. X: @arturoordaz_

La etapa de joven revolucionarix, no te la saltes La etapa de joven revolucionarix, no te la saltes
Protesta por el 56 aniversario de la masacre de Tlatelolco. Foto: José Méndez/EFE.

El pasado 26 de septiembre se cumplió una década de la desaparición de 43 normalistas de la Normal Rural de Ayotiznapa. Asimismo, el 2 de octubre se conmemoraron 56 años de la masacre estudiantil en Tlatelolco de 1968. Ambas fechas quedaron marcadas como estandartes de luchas sociales juveniles, así como una herida abierta para decenas de generaciones venideras. “¿Por qué nos matan?, si somos estudiantes”, es el mayor pregón que representó a estos hechos.

Desde niño me marcaron las luchas sociales, mi padre como economista nos hizo ver las deficiencias del sistema capitalista en nuestras vidas.  En su momento de adolescencia, mi hermana tenía en las paredes de su cuarto carteles socialistas con la cara de Carlos Marx, mientras andaba a huaraches y con morral. Incluso, emprendió una batalla para sacar a los porros de su Vocacional, los cuales hacían desmanes y agredían a los alumnos.

Cuando cursaba el último año de la preparatoria sucedió el caso Ayotzinapa. El impacto fue tan grande en la comunidad, que decidimos irnos a paro de labores. Desde la huelga de 1999 esa escuela de la UNAM no había parado por un tema estudiantil. Inexpertos y sin saber jota sobre cómo se hacía un paro, cerramos la escuela. Los más experimentados sacaron una bandera rojinegra y a todos alumnos de las instalaciones. “¿Y ahora? ¿Qué se hace en un paro de labores?” Eso nos preguntábamos la mayoría.

Pronto nos organizamos en equipos: uno se encargaba de hacer carteles, otro de ir a botear a los camiones y al metro para obtener dinero que compara insumos, otros a redactar volantes y sacar copias. Al poco tiempo nos dimos cuenta que era mucho más pesado sostener un paro que sólo ir a estudiar, ya que había que cuidar la escuela y sostener la responsabilidad que nos daban.

Al siguiente día, una comisión estudiantil de CU nos visitó. Como si se tratase de un trámite burocrático, como los de la misma universidad, nos llegaron indicaciones de la delegación de paro de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, así como de Filosofía y Letras sobre qué debíamos hacer. Nos pidieron elegir un grupo que representara a la escuela y que asistiera a todas las asambleas que se celebrarían en Ciudad Universitaria.

En ese momento caí en cuenta del grande y poderoso aparato que es la protesta estudiantil. La situación era irónica por si sola, porque el mismo movimiento que criticaba el sistema político del país y de la universidad, tomaba el mismo esquema para organizarse. Comprendí que burocratizamos un paro de labores porque era la forma que conocíamos, la única que podía organizar un ente tan grande como es la UNAM.

En la facultad recuerdo perfectamente el movimiento contra los porros. Yo estaba en el último semestre de la carrera, cuando el todas las escuelas y facultades de la universidad se fueron a paro de labores por un ataque porril contra alumnos del CCH. El resultado fue impresionante, una marcha de más de 30 mil alumnos corrió desde la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales hasta la rectoría. A lo largo del circuito de CU se podía identificar a cada contingente: los de ciencias llevaban sus batas blancas, los de ingeniería llevaron cascos y chalecos de construcción, mientras los de música llevaban instrumentos, atriles y partituras.

Ante estas dos, de varias experiencias similares como estudiante, me di cuenta de lo complejo y poderoso que son los movimientos juveniles. Es una etapa que tienes que vivir para darte cuenta de los claroscuros que la componen, desde cómo hay quienes se aprovechan para sacar su ventaja del movimiento, quienes están ahí de manera ingenua con la ilusión de que algo poderoso surgirá y quien sólo está para liberar su catarsis juvenil.

Hasta que decides darle paso a esa etapa de joven revolucionarix y vivir la experiencia, es cómo te das cuenta de cómo funcionan las cosas al interior de esos movimientos, lo cual da un gran aprendizaje interno, más que una repercusión social como todo adolescente quisiera.

Si todavía te queda duda del poder que tienen dichos movimientos, recuerda que el pasado 1 de octubre tomó protesta como la primera presidenta de México una de las líderes estudiantiles del movimiento de 1986 en la UNAM, cuando el entonces rector Jorge Carpizo trató de impulsar reformas en materia de exámenes, cuotas e inscripciones.

Los movimiento estudiantiles son más que gritar consignas en las calles, correr sobre las avenidas, cerrar escuelas o hacer “metro popular”, también son largas discusiones, asambleas que terminan en temas filosóficos y existencialistas, así como largas jornadas mentales. Este tipo de movimientos te da consciencia de lo pequeño que eres en un ente tan grande; que sólo eres parte de un un universo inmenso. Por eso no te saltes esa etapa de rebeldía, que puedes aprender más de ti y del mundo que de lo que crees.

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