
Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas
Elogio de un hombre generoso
Hace dos años que te fuiste, Jorge Witker, y te extraño como el primer fin de semana de futbol en que no comentamos la jornada.


Hace dos años que te fuiste, Jorge Witker, y te extraño como el primer fin de semana de futbol en que no comentamos la jornada.
Si tuviera que usar alguna palabra para definir quién fue Jorge Witker como persona y periodista, esa sería generosidad. Aunque él ya tenía muchos años de experiencia cuando Miguel Padilla nos juntó en la redacción de Soccermanía, su apertura conmigo fue total desde el primer día.
Además del periodismo, compartíamos algunos gustos como la afición por Boca Juniors, la música de Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina o Andrés Calamaro y Pumas… siempre Pumas. Durante los últimos años de su vida, hablábamos por teléfono por lo menos una par de veces por semana. Casi siempre por trabajo, en otras ocasiones para conversar de Universidad. Nunca después de una victoria, siempre tras derrotas humillantes o empates sufridos: “¡Qué te digo, mi Robert!”, era con frecuencia su frase de despedida. El único “goya” que gritamos juntos fue el día de su boda, durante la recepción en el Club Alemán, porque a la tribuna nunca fuimos juntos, a pesar de que ambos asistíamos al Estadio Olímpico desde los primeros años de la década de los 80. Sin embargo, disfrutamos juntos algunos partidos de la Copa Libertadores 2003, cuando Ángel Dehesa nos invitó al palco de la directiva de Pumas con los pases de don Germán.
Un año después, el 13 de junio de 2004, cuando Rafael Medina, de Chivas, voló su disparo desde el punto penal y Universidad ganó el campeonato después de 13 años, a la primera persona que abracé en la redacción de la revista fue a George. Seis meses después repetimos el numerito en la cancha del Tecnológico de Monterrey: ¡Pumas bicampeón!
Soccermanía fue su proyecto más querido, por eso le dolió tanto dejarlo. Una mañana de febrero de 2007 se acercó a mi lugar y me regaló un almanaque de futbol europeo: “Dame el placer de leerte antes de que me vaya”, dijo a manera de broma. Esa tarde dejó la dirección de la revista. Después de algunos malentendidos, en 2015 nos volvimos a ver en casa de Alejandro Gómez para jugar dominó. Fue una noche de confesiones y revelaciones en la que nos despedimos casi al amanecer con un abrazo.
En el terreno de juego y en la redacción de la revista era un “jugador” superdotado. Un 10 fino y de buen toque como lo demostraba en las cáscaras que jugábamos los sábados en la Ibero o con aquel gol que le metió a Félix Fernández con un disparo desde los tres cuartos de cancha en el Estadio Azul, en un partido contra algunos directivos.
Siempre amable, con el dato en el momento oportuno, me llamaba a la redacción de AS, primero, o TDN, después para compartir un guarismo (término que aprendí de él) sobre la jornada del futbol mexicano, porque George siempre fue compartido, no como otros especialistas en “estadísticas” que se guardan las cifras para conservar “su verdad”.
Con Jorge Ernesto Witker Lanata las charlas de futbol podían ser interminables y amenas, como aquella de casi 10 horas con Diego Gándara, el genio de las estadísticas del diario argentino Olé, que me pidió que lo llevara a visitar a George para conocer su método de trabajo. Después de más de ocho horas de plática y muchos whiskies, y ante la insistencia de Diego, George le mostró, no sin cierta pena, que sus apuntes los hacía en libretas. Lo tenía anotado prácticamente todo.
Poco antes de partir a Mérida con su familia, a donde se mudó por motivos de salud, George realizó una venta de garaje en donde puso a la venta miles de piezas que fueron el deleite de coleccionistas, aficionados, periodistas y amigos, en general. Aquella tarde le regalé El periodista deportivo, de Richard Ford; él me obsequió una camiseta de Pumas que le había pertenecido a Cabinho. Fue la última vez que nos vimos.
Cuatro días antes de su partida, me llamó para decirme que le habían ofrecido un puesto como redactor en el diario angelino La Opinión. Con la voz bajita, muy bajita, me dijo que no lo podía tomar porque ya no tenía fuerzas. Gracias a su generosidad y a la de Ricardo López, me quedé con el puesto. Aquella semana, por iniciativa de Ricardo, los amigos de George, algunos colegas, exfutbolistas y técnicos, como Hristo Stoichkov, Iván Zamorano, Roberto Saporiti y Cristian Domizi, grabamos un video para desearle una pronta recuperación. Ya no lo pudo ver.
Hace dos años que te fuiste y te extraño como el primer fin de semana de futbol en que no comentamos la jornada. ¡Qué te digo, mi George!