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Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo.
Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.
X: @StratCons
El eterno fracaso de la lucha contra la obesidad
Más de 30 años han pasado desde los primeros programas de combate a la obesidad y, a este punto, podemos decir que nada ha cambiado. La razón es simple: a los involucrados no les interesa salvar vidas.
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Más de 30 años han pasado desde los primeros programas de combate a la obesidad y, a este punto, podemos decir que nada ha cambiado. La razón es simple: a los involucrados no les interesa salvar vidas.
Durante más de tres décadas, México ha sido testigo de un aumento alarmante en las tasas de sobrepeso y obesidad, lo que ha llevado a una mayor incidencia de enfermedades crónicas como la hipertensión arterial, el síndrome coronario, la insuficiencia cardiaca y la diabetes mellitus tipo 2. A pesar de los numerosos intentos de las autoridades sanitarias por frenar esta epidemia, los resultados de las últimas Encuestas Nacionales de Salud y Nutrición (Ensanut) demuestran que el país está perdiendo la batalla.
Desde las campañas de concienciación de los años 80 hasta las medidas más recientes, como el etiquetado frontal en alimentos, el enfoque de las políticas públicas ha sido superficial y limitado. Las ochenteras campañas de medios, que en su momento buscaron modificar los hábitos de la población, se caracterizaron por ser insulsas y poco efectivas. Sin embargo, hoy se transmiten campañas similares, terriblemente infantilizadas y –hay que decirlo– creadas por aficionados.
Por otro lado, las recientes políticas impositivas y de etiquetado, aunque más drásticas, no han logrado generar un cambio significativo en la salud de la gente, pese a estudios autogenerados que paradójicamente no logran probar una reducción ponderal o efecto sobre la salud, más allá de lo que (dicen son) los hábitos de compra de una muestra de la población.
Estas políticas, diseñadas para ser rápidas y políticamente correctas, no abordan las causas profundas del problema ni se centran en el seguimiento y la atención adecuada de los pacientes.
Desconexión entre la política y la realidad
Uno de los principales problemas de todas las medidas implementadas es que se basan en soluciones rápidas que buscan cumplir con agendas políticas, más que en mejorar la salud de la población. Los funcionarios y algunos investigadores en salud pública parecen estar más interesados en justificar su trabajo realizado en los últimos años, mantener sus puestos laborales o impulsar sus carreras, que en buscar verdaderas soluciones. Los políticos, por su parte, promueven acciones dirigidas hacia entidades privadas –y pagadas con el dinero de los contribuyentes– pero que no tienen un impacto real en la salud de los pacientes.
La realidad es que México no cuenta con evidencia que muestre una disminución significativa en los índices de obesidad o sobrepeso a nivel poblacional. Las medidas actuales no han logrado frenar la epidemia, y los niños y adolescentes de hoy se perfilan con toda seguridad como los obesos del futuro. La Ensanut 2020-2023 revela un panorama desolador: las tasas de obesidad en adultos han continuado en aumento y, lo que es aún más alarmante, las tasas de obesidad infantil y adolescente siguen una tendencia similar. Es evidente que los esfuerzos realizados hasta ahora no han sido suficientes ni efectivos.
Falta de seguimiento y atención personalizada
Uno de los puntos más críticos en la lucha contra la obesidad es la falta de infraestructura y metodología adecuadas para dar un seguimiento a las variaciones ponderales de los pacientes, tanto niños como adultos. En México no existe una manera lógica y fácil de que los pacientes se pesen y lleven un registro de peso, índice de masa corporal, porcentaje de grasa corporal, etcétera. Los servicios de salud de México no contemplan semejante cosa.
En nuestro país, simplemente no existe un sistema de salud que ofrezca un seguimiento personalizado a las personas que buscan perder peso o mejorar su salud mediante alternativas nutricionales y la oferta de productos “saludables” a bajo costo, es prácticamente inexistente, lo que dificulta aún más el acceso a una alimentación adecuada. Este vacío en la atención y el seguimiento de los pacientes es quizás uno de los mayores fracasos de las políticas públicas en salud.
Mientras las medidas continúen enfocándose en soluciones superficiales, como impuestos o etiquetas y no en un abordaje integral que incluya seguimiento, educación y acceso a recursos, el problema persistirá. No se puede esperar un cambio significativo si los pacientes no cuentan con el apoyo necesario para adoptar y mantener hábitos de vida saludables.
Entre conflicto de intereses y la falta de voluntad política
Es importante cuestionar las verdaderas motivaciones detrás de las políticas implementadas. Muchos de los programas y campañas que se han lanzado en las últimas décadas han sido impulsados más por intereses políticos y económicos que por un genuino interés en la salud pública o la vida de los pacientes.
Las acciones dirigidas contra empresas privadas, financiadas con recursos públicos, han mostrado ser ineficaces, mientras que las soluciones verdaderamente transformadoras, que requieren inversiones en infraestructura y cambios en el sistema de salud, han sido ignoradas o minimizadas.
La falta de voluntad política para implementar cambios estructurales en el sistema de salud es evidente. Los funcionarios prefieren optar por medidas que generen visibilidad e impacto mediático rápido, aunque sean efímeras, en lugar de abordar las raíces del problema. Esta falta de visión a largo plazo es uno de los factores que ha contribuido al fracaso de la lucha contra la obesidad en México.
El camino a seguir: un cambio de enfoque
Para enfrentar de manera efectiva la crisis de obesidad en México, es necesario un cambio radical en el enfoque de las políticas públicas. Las soluciones deben ir más allá de lo superficial y centrarse en la atención integral y el seguimiento personalizado de los pacientes.
Es fundamental que se invierta en infraestructura que permita el monitoreo continuo de las variaciones ponderales y en programas de alimentación y abasto que ofrezcan alternativas nutricionales accesibles y sostenibles. La medición, evaluación, diagnóstico y seguimiento debe hacerse caso por caso y paciente por paciente. Las acciones deben de ser personalizadas. El generalizar medidas es condenar a estos pacientes al fracaso.
Además, es crucial que se promueva una mayor transparencia en las decisiones políticas y se eviten los conflictos de intereses que han permeado las políticas de salud pública hasta ahora. Los esfuerzos deben estar verdaderamente enfocados en mejorar la salud de la población, prevenir complicaciones metabólicas y cardiovasculares y, en última instancia, salvar vidas.
La lucha contra la obesidad en México ha sido un fracaso en gran medida porque el problema no se ha abordado de manera adecuada. Es hora de replantear las estrategias, priorizando el bienestar de los pacientes sobre los intereses políticos y económicos, para finalmente poder avanzar en la batalla contra esta epidemia que afecta a millones de mexicanos.