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Columnista. Empresario. Chilango. Amante de las letras. Colaborador en Punto y Contrapunto. Futbolista, trovador, arquitecto o actor de Broadway en mi siguiente vida.
X: @JoseiRasso
El derecho a no desaparecer
Lo que tiene que garantizarnos el Estado es la certeza de que nadie va a desaparecer.
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Lo que tiene que garantizarnos el Estado es la certeza de que nadie va a desaparecer.
Cada vez que escucho el spot publicitario de la Cámara de Diputados celebrando la creación del Centro Nacional de Identificación Humana (CNIH) a fin de garantizar a todas las personas desaparecidas el derecho a ser buscadas y localizadas, no puedo evitar sentir un sinsabor que me quita el hambre.
Es verdad que en el contexto de la crisis forense y de violencia que vivimos, la conformación de un centro que represente sumar los esfuerzos forenses de los colectivos de madres buscadoras, autoridades y sociedad civil es un logro y una respuesta urgente a una herida abierta que, lejos de sanar, cada día se profundiza y se hace más grande.
Es correcto pensar que se trata de construir una ruta con estrategias coordinadas, herramientas, bases de datos, especialistas, recursos y voluntades, para que podamos acercarnos a la identificación de miles de personas desaparecidas, a la verdad y a la justicia.
Por ellas, por ellos y por las más de 105 mil personas desaparecidas en el país, de acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, la creación del centro es un paso hacia adelante.
Pero, por otra parte, no puedo evitar pensar que crear un centro con dichas características y legislar el derecho a que todos y todas seamos buscados y localizados se trate de un fracaso mayúsculo de la sociedad que hemos construido.
Un logro ante un fracaso. Una serie de gobiernos desbordados por la incompetencia y un Estado que no logra dar seguridad a la población. Que no logra detener las ráfagas de balas, las sentencias de muerte en las calles, la extorsión, las masacres y la oleada creciente de desapariciones.
La creación del Centro Nacional de Identificación Humana es la evidencia palpable de una tragedia colectiva.
Es la fragmentación de un Estado que ha sido incapaz de evitar la desaparición sistemática de hombres y mujeres. Una sociedad que normaliza los homicidios dolosos, la inseguridad, las distintas formas de violencia y la impunidad. Es la realidad que sepulta los discursos bajo toneladas de huesos calcinados.
Son las fosas comunes y clandestinas que siguen sumando cuerpos sin nombre y apellido. Son los gritos y lamentos de miles de familias que siguen formándose en la fila con palas y corazones rotos.
Así que, a pesar de considerarlo un logro dadas las circunstancias en las que vivimos, no me genera ninguna tranquilidad saber que tengo el derecho a ser buscado y localizado si mañana me matan o desaparecen.
Aquí lo que tiene que garantizarnos el Estado es la certeza de que nadie va a desaparecer. Que ni una sola mujer tenga que vivir el miedo de salir a las calles con el riesgo de ser violada y asesinada. Que las madres no tengan que desenterrar pistas arriesgando la vida. Que ni una sola bala perdida encuentre destino y la delincuencia organizada y desorganizada no vivan protegidas bajo el manto dorado de la impunidad.
Espero que cada día sean menos los cuerpos que identificar, que el centro dé buenos resultados y los familiares encuentren paz y justicia.
Que el sueño sea no necesitar un centro de identificación humana y que algún día se legisle, en la vida cotidiana, el derecho que nos garantice a todos y a todas a no desaparecer nunca. El derecho y la garantía a no desaparecer. Ese spot publicitario sí me gusta.