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Calaveras, papel picado y cempasúchil
Las preparación comienza en los últimos días de octubre, el ritual no solo incluye a personas, sino también se han sumado mascotas.
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Las preparación comienza en los últimos días de octubre, el ritual no solo incluye a personas, sino también se han sumado mascotas.
“Al igual que un día bien aprovechado trae buen sueño, una vida bien aprovechada trae una muerte feliz”, Leornardo da Vinci
En los últimos años el “Día de muertos” en la ciudad de México ha tomado una fuerza entre la ciudadanía, empresas y sin duda un atractivo turístico sin igual, basta ver como se hizo presente en la recepción de los pilotos de la F1 con sus flores de cempasúchil y catrinas.
También es cierto que hay debates sobre el legado de “Spectre” de James Bond y su desfile o el romanticismo de la película Coco, dos visiones externas que echaron ojo a los libros y crearon su propia interpretación, dos sucesos a partir de su propia visión y que cada “Día de muertos” se alza junto con el culto a la muerte de las culturas prehispánicas que podemos encontrar en el Gran diccionario Náhuatl, al echar ojo en ese documento descubrimos que “Mictlan” significa infierno o lugar de muertos, también se cuenta que las ofrendas eran parte fundamental del recuerdo hacía los muertos, a quienes se consideraba estaban en tránsito.
El día de muertos de aquellos tiempos cambio con la llegada de los españoles, quienes incorporaron otros elementos como las cruces, flores y velas junto con el copal, la comida y cempasúchil, a partir de esto los altares de muertos cambiaron, al poco tiempo se sumaron las bebidas destiladas y con la llegada de la harina se comenzó a hacer pan de muerto y ya por los últimos años del siglo XIX a partir de la catrina de José Guadalupe Posada se empezaron a elaborar las calaveritas de azúcar y que creen, también se sumaron a las ofrendas.
Con todo esto, mi reflexión es que una tradición de más de 500 años, es una tradición viva, es una representación de su tiempo, seguimos esperando a nuestros muertos en esas noches en las que regresan a dar señales a partir de la interacción con los altares, seguimos realizando funerales con la intención de prepararlos en ese recorrido al Mictlán, tal y como se hacía entre mexicas, mixtecas, tlaxcaltecas, totonacas y zapotecas, entre otras
Las preparación comienza en los últimos días de octubre, el ritual no solo incluye a personas, también se han sumado mascotas y de acuerdo al calendario el 1 de noviembre esperamos a los muertos chiquitos, a las infancias y el 2 de noviembre se espera a los fieles difuntos adultos.
Al decir que es una tradición viva, vale la pena asomarse a los altares modernos, en ellos no solo veremos las flores de cempasúchil, panes de muerto, veladoras, la comida favorita de los “difuntos” y su coca cola, los cigarros, los juguetes, dulces y demás productos que pertenecen a otra época en la historia del día de muertos.
En el caso de la visita a los panteones también podemos apreciar fusiones culturales y añadiduras, ya no hay danzas, pero sí mariachis, bocinas reproduciendo música desde la playlist creada específicamente para esa persona que se nos adelanto en el camino, han sido cambios paulatinos, orgánicos y es posible que la velada aparezca alguna brujita o vampiro pidiendo calaverita.
Nuestra historia es compartida y eso sin duda es una de nuestras mayores riquezas, yo diría que más allá de hacer corajes sobre los desfiles, concursos de catrinas o demás actividades que celebran la muerte, seamos consientes del tiempo que nos toca vivir y veamos el lado positivo, esa posibilidad de compartir con la familia eso que la abuela nos enseño, recuperar recetas para agasajar a quienes ya no están, enorgullecernos de lo que somos y la flexibilidad que tenemos como mexicanos para abrazar las celebraciones. Me atrevo que decir que la forma de alzar la voz a favor de nuestro legado es compartir las investigaciones, documentos y labores a favor de seguir preservando y difundiendo nuestros orígenes.