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Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.
X: @MRomero_z
AMLO y la mayoría antidemocrática
Con un respaldo sin precedentes, López Obrador instala la tramposa encrucijada entre la justicia social y una democracia plena.
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Con un respaldo sin precedentes, López Obrador instala la tramposa encrucijada entre la justicia social y una democracia plena.
En los últimos años, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha consolidado un nivel de respaldo popular sin precedentes. En parte, gracias a su política redistributiva del presupuesto público que ha generado lealtades entre los millones de mexicanos que han visto, por primera vez, un beneficio tangible a la decisión de votar por uno u otro partido, y, también, como resultado de una narrativa polarizante fundada en el resentimiento y la venganza.
Desde un punto de vista económico, este fenómeno se puede explicar bajo la visión de Thomas Piketty, quien lo entiende como el resultado de décadas de desigualdad derivado de la concentración de riqueza en manos de las élites. Las clases más desfavorecidas, afectadas por la falta de acceso a servicios básicos y oportunidades económicas, ven en las políticas de AMLO una posibilidad real de cambio. Los programas sociales y el aumento al salario mínimo representan un alivio tangible y una forma de redistribución del poder económico.
La lección aprendida de la administración que culmina es que al ciudadano común le importa poco si vive o no en una democracia o en un sistema autoritario, siempre y cuando pueda resolver su día a día. Bajo esa premisa, la mayoría de la población –esa que por décadas se ha sentido excluida– termina por favorecer a un líder como AMLO para concederle el poder absoluto, aunque eso implique la destrucción de un sistema democrático… del cual nunca se han sentido favorecidos.
Por otro lado, desde el punto de vista narrativo, López Obrador propone una falsa encrucijada: la justicia social solo es posible a partir de la erosión del andamiaje democrático. Se trata de una estrategia de manual de los líderes populistas, quienes se aprovechan de diagnósticos certeros, como es la desigualdad, para posicionarse y, luego, usando las reglas democráticas, acceder al poder para después dinamitar el puente institucional por el que cruzaron con la finalidad de que nadie más desafíe su permanencia.
La reforma al Poder Judicial se constituye como un ejemplo emblemático de cómo el Poder Ejecutivo, en manos de un líder populista, puede manipular el descontento social para consolidar su control. En lugar de fortalecer la independencia de las instituciones, AMLO ha presentado estas reformas como una lucha necesaria para liberar al pueblo de una élite que, según su discurso, ha perpetuado la corrupción y la desigualdad. Sin embargo, este argumento oculta el hecho de que, al centralizar el poder y debilitar los contrapesos democráticos, se está mermando la capacidad de las instituciones para proteger los derechos individuales y garantizar la justicia imparcial.
Mientras Francis Fukuyama lo explica teóricamente el referirse a dicha estrategia como la política del resentimiento, López Obrador lo lleva a la práctica de una manera magistral cuando presenta a los sectores marginados como los únicos que pueden legítimamente demandar justicia. Sin embargo, en ese proceso, cualquier otra voz que no apoye al líder es identificada, peligrosamente, como traidora al “pueblo”. La violencia y asesinato de periodistas es una expresión de ello. La competencia política con candidatos asesinados, otra.
En el mediano plazo, la consecuencia de dicha dinámica es un debilitamiento profundo de las normas democráticas y una crisis de identidad política. Las instituciones están dejando de ser vistas como guardianes del bien común y se perciben, en cambio, como herramientas de opresión que deben ser derrocadas.
El enfoque de AMLO refuerza un ciclo peligroso de expectativas sociales desmedidas, que Claudia Sheinbaum heredará. Ella ha mandado señales preocupantes cuando parece que insistirá en seguir el camino que le ha marcado su líder.
Cuando sea cada vez más evidente que no es posible corregir todas las injusticias acumuladas durante décadas mediante medidas extraordinarias que solo generan la ilusión de un cambio profundo y división de la sociedad, sólo habrá espacio para más inestabilidad, radicalización e incertidumbre.