Caso Ayotzinapa: 10 años después, familiares de los 43 aún se preguntan ‘¿dónde están?’ Caso Ayotzinapa: 10 años después, familiares de los 43 aún se preguntan ‘¿dónde están?’
Portada: Majo Vázquez/La-Lista

En el antiguo pensamiento occidental, Platón aseguró que la justicia consistía en que “cada uno hiciera lo suyo”; en la modernidad, el filósofo Hans Kelsen definió la aspiración a la justicia como “la eterna aspiración a la felicidad”, pero para las familias de los 43 normalistas de Ayotzinapa la justicia podría reducirse “a conocer la verdad”.

Han pasado 10 años y dos administraciones federales desde que los estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” fueron vistos por última vez; sin embargo, existe poca claridad sobre los actores que intervinieron en la noche de Iguala.

Las madres, los padres y en general los familiares de los normalistas lamentan que no exista certeza sobre los responsables de la desaparición forzada masiva y lo cierto es que pese a las indagatorias, las hipótesis y la participación de distintas dependencias no se ha comprobado una única versión sobre los hechos del 26 de septiembre de 2014.

La justicia, un concepto que es fundamental para la convivencia pacífica, “le falló a los padres y las madres del caso Ayotzinapa”, según reconocen las propias víctimas. Y ahora que se cumple una década de impunidad Bernabé Abraham, Clemente Rodríguez, Nicanora García y Blanca González comparten a La-Lista que “ser pobre y campesino” ha sido un obstáculo en el camino hacia la verdad y la justicia. Estas son sus reflexiones:

‘Confío en la lucha social’

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Estudiantes de la Facultad de Ciencias participan en un acto conmemorativo por los 43 normalistas. Foto: Francisco Castillo/La-Lista

A Clemente Rodríguez, padre de Christian Rodríguez Telumbre, la justicia le suena hueca. En entrevista, intenta definirla, pero sostiene que “no encuentra la palabra correcta” y en lo único que piensa es en las anomalías que impiden a las víctimas tener certeza.

“En todo este camino hemos visto irregularidades, con los dos gobiernos que hemos tocado. Nos han mentido y hemos dicho nuestras inconformidades. ¿Hay culpables?, ¿quiénes lo hicieron? No terminan de reconocer que hubo gente involucrada del crimen organizado y el ejército”, zanja.

Rodríguez fue notificado este sexenio de que la Universidad de Innsbruck, en Austria, identificó a su hijo en uno de los restos localizados en la Barranca de la Carnicería en Cocula. Pero para sentirse en paz, el hombre admite que necesita conocer “toda la verdad y que los responsables paguen por sus cobardes actos”.

Clemente, originario de Tixtla, no confía en la autoridad, al menos no plenamente, y recuerda que los ministerios públicos, los jueces y los tres niveles de Gobierno están plagados de corrupción. Para el campesino la justicia en México solo podrá florecer si la juventud la demanda y es allí donde deposita su esperanza.

“Estos gobiernos (el de Enrique Peña Nieto y el de López Obrador) tienen la postura de ignorar las desapariciones. Y para que haya justicia en México debe de existir mucha organización. Hay que llevar el mensaje de lucha y de los movimientos sociales a las universidades, porque la vida no son solo libros”, explica.

Mientras el país se transforma, Clemente espera paciente la llegada de Christian. Él y su esposa, Luz María, creen que su hijo podría haber sobrevivido incluso sin la extremidad que ya fue identificada y sueñan con volver a verlo.

Clemente recuerda que Christian “quería ser agrónomo y llevar a la comunidad lo que aprendiera en la escuela”. Le decía “papá, voy a reforestar el mundo”… Ahora, el padre de familia viaja con un morral de semillas a su lado, que recolecta a lo largo del camino, porque un día espera mostrarle a su hijo los árboles que sembró en su ausencia.

‘No recuperé la mitad del corazón’

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Fotografías de los 43 fueron depositadas en una fuente de la UNAM. Foto: Alejandro Aguilar

Blanca González destaca entre las madres de Ayotzinapa por su juventud. Aunque también exige la aparición de un estudiante normalista, no se trata de su hijo, sino de su esposo. 

La mujer de 34 años acude a la protesta en nombre de su suegro, quien murió sin saber qué le ocurrió a José Ángel Campos Cantor y representa también a las dos hijas del desaparecido, aún menores de edad.

Para la joven, la justicia consistiría en conocer la verdad del caso y reprocha que siga siendo una incógnita dónde quedaron los muchachos. “Yo pensé que iban a regresarlos, que los iban a soltar a los pocos días, pero no fue así”, lamenta.

Blanca piensa que “eso que llaman justicia” debe venir acompañada de culpables, pero conforme pasan los años ve más lejano este anhelo. A ella, la justicia le ha quitado más de lo que le dio. “Perdí un esposo, al padre de mis hijas y al sostén de la casa. La justicia no me regresó la mitad de mi corazón”, detalla.

La madre de dos niñas lanza un sentido reclamo a la autoridad y advierte que ha visto que “para los pobres y las clases medias no hay justicia. Si desapareciera el hijo del presidente lo buscarían rápido, pero el resto queda en el olvido”, critica.

Con apenas un dejo de voz recuerda que José decidió estudiar para traer estabilidad económica a la familia, lo recuerda en el nacimiento de su segunda hija y exige para el país “un Gobierno transparente que no haga diferencia entre los que tienen dinero y los que no. Blanca sueña con un México en el que “la justicia sea pareja”. 

‘El pobre siempre sale perdiendo’

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Normalistas de Ayotzinapa reclamaron la desaparición de sus compañeros en el Antimonumento de los 43. Foto: Alejandro Aguilar

Bernabé Abraham, padre de Adán Abraham de la Cruz, entiende la justicia como “un castigo para quienes cometen asesinatos o desapariciones”, pero cuando se le pregunta si aún cree en ella guarda silencio.

El originario de Tixtla, Guerrero, subraya que los detenidos por el caso de los 43 han salido libres y nombra a Jesús Murillo Karam y a Tomás Zerón de Lucio para hablar de impunidad. Del exprocurador dice que es muy cómodo pagar una sentencia a domicilio y del exdirector de la Agencia de Investigación Criminal subraya que vive libre en el extranjero, aunque se conoce que torturó a testigos “para fabricar una versión de lo ocurrido”.

Bernabé carga con un cansancio de años, reconoce estar enfermo y acusa que los padecimientos de salud se han agravado desde que Adán desapareció, pero dice que se mantendrá en la pelea porque “hasta que no haya sentenciados no va a haber justicia”.

En diez años ha conocido las entrañas del sistema y por ello afirma que aunque “siempre se le echa la culpa a la delincuencia, la delincuencia es el Estado”.

El padre de familia subraya, tal y como lo hace Blanca, “que no hay justicia para el pobre, pero tampoco para el campesino” y anticipa que las personas de escasos recursos solo pueden toparse con la pared y con la corrupción.

Bernabé recuerda a Adán jugando futbol o ayudando a los vecinos y su memoria lo mueve a tomar las calles cada 26 de septiembre. Si se le pregunta en quién confía, responde que “solo confía en Dios” y que a él le deja la justicia divina, si no existe la terrenal.

“Él sabe todo, nada que le vamos a estar ocultando algo. Él sabe dónde voy y dónde ando y yo a Él le tengo confianza. Es la esperanza que nosotros conservamos. A través de estos 10 años que se han buscado en fosas, no se han encontrado a los 43, pero se han encontrado miles de desaparecidos. Entonces, ha valido la pena”, sentencia.

‘Ya no creo en nada’

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Madres de los 43 estudiantes desaparecidos exigieron justicia a 10 años de los hechos. Foto: Alejandro Aguilar

A diferencia de lo que opinan otros padres, a Nicanora García ya no le importa si los culpables de la desaparición de los normalistas pagan o no con cárcel. La madre del estudiante Saúl Bruno García concentra su energía solamente en hallarlo y en que la autoridad responda la pregunta que se repite una y otra vez: ¿dónde están?

“Para mí la justicia es que nos digan la verdad sobre dónde están nuestros hijos. Si los que tuvieron que ver con el crimen reciben o no su merecido ya no me importa. Lo que quiero es saber de mi hijo, lo que quiero es que me lo entreguen y que el gobierno se encargue de juzgar, si quiere”, afirma.

Nicanora llegó a la Ciudad de México portando un bastón que no cargaba en otros años, la espera por la verdad le ha cobrado factura y ahora cada que pasan lista por los jóvenes desaparecidos ella batalla por incorporarse y alzar el puño.

Pese a su condición, camina apoyada de otras madres e insiste en que las personas no se esfuman ni desaparecen, menos en un país que tiene los elementos, el equipo y la infraestructura para hallarlos. Nicanora reconoce que hace diez años no habría sido capaz de unirse a una protesta, pero ahora en el altavoz pide respuestas.

“Yo no sabía ni agarrar un micrófono antes de esto. Somos gente humilde, gente pobre, y aunque mi hijo quiso superarse, el Estado no se lo permitió, le quitó esos sueños que tenía. Él no pudo haber desaparecido, tiene que estar en algún lugar”, insiste.

La madre de familia confiaba en que este sexenio se resolviera el caso, pero acusa la misma complicidad e indiferencia que otros años. Si uno le pregunta si aún cree en la justicia, ella responda que “ya no cree en nada”, pero convoca a la ciudadanía a no dejar a las familias desamparadas y a demostrar que no habrá silencio “hasta encontrarlos”.

“Mi esposo murió sin saber de Saúl, lo mismo mi madre, también murió mi nieto de 12 años y yo sigo aquí buscando a mi hijo, porque un hijo no se olvida. Donde esté, creo que él sabe que lo amo mucho y todavía me acuerdo que pasaba todo el día conmigo, que me confiaba su vida y me platicaba sus historias”, narra.


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El sentir de las familias de los 43 normalistas ha cambiado con el paso del tiempo, lo que alguna vez fue rabia hoy se ha vuelto consuelo. La esperanza ha pasado de mano en mano y aunque no ha muerto, aseguran que está muy lejos de la autoridad.

Los padres, las madres, las esposas y las abuelas sueñan con sus desaparecidos y los imaginan de vuelta en el hogar. Pero la justicia se ha convertido en un concepto inalcanzable o vacío, que mueve a los padres solo con el afán de conocer la verdad. ¿Dónde están? La pregunta resuena 3 mil 650 días después de lo ocurrido.

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