¿Existe justicia sin cárcel? El antipunitivismo afirma que sí: te contamos de qué trata este movimiento
¿Has pensado que deberían existir alternativas de justicia, además de la cárcel? La abogada Paola Zavala Saeb nos asegura que esto es posible y plantea la esencia del antipunitivismo.
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¿Has pensado que deberían existir alternativas de justicia, además de la cárcel? La abogada Paola Zavala Saeb nos asegura que esto es posible y plantea la esencia del antipunitivismo.
Estamos acostumbrados a pensar que la cárcel es la respuesta a nuestras denuncias. E incluso imaginamos un sistema penal perfecto en el que los delincuentes pagan sus condenas tras las rejas, pero lamentablemente la justicia en México dista mucho de esta realidad.
En un época en la que la prisión ya no funciona para desincentivar la violencia, crece un movimiento que propone generar alternativas de justicia y mecanismos que ayuden a prevenir la delincuencia en lugar de castigarla: se trata del antipunitivismo.
Pero ¿a qué nos referimos con alternativas de justicia?, ¿por qué alguien se posicionaría contra las sanciones penales y en qué casos?, ¿dónde queda el papel de las víctimas si apostamos a una justicia sin cárcel?
Paola Zavala Saeb, abogada y fundadora de Organización Comunitaria por la Paz (Ocupa) comparte en entrevista para La-Lista sus razones para arropar la justicia no punitiva, expone sus pilares y excepciones y explica por qué es tan difícil de concebir un sistema de este tipo.
Esto fue lo que nos dijo:
¿Qué es la justicia antipunitiva?
Es un movimiento que que exige que el Estado ofrezca consecuencias diferentes a la cárcel para promover la paz y la justicia. A nivel global se ha dicho que ‘ya se agotó la sanción como método para desincentivar una conducta’.
Siempre se había tenido la idea de que poner castigos ejemplares inhibía el delito. Desde épocas inmemoriales, se quemaba a las personas en la hoguera: el punto era que toda la comunidad viera que quien violaba la ley pagaba con una sanción o un castigo severo. Y por eso es tan difícil que la gente proceso un pensamiento contrario a esta premisa.
El miedo que provocaba el ser quemado vivo, el que te cortaran la cabeza o incluso el terminar en la prisión, en condiciones de violencia, humillación y escasez, se supone que era suficiente para prevenir una conducta.
Pensar en justicia sin cárcel parece imposible para algunas personas…
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No nos hemos atrevido como sociedad a plantear estos debates. Tampoco nos detenemos a pensar en que aumentar las penas y aumentar el catálogo de prisión preventiva oficiosa no sirve de nada, al menos la amenaza no sirve en un Estado que es incapaz de cumplir esa amenaza. Tenemos niveles de impunidad que superan el 95% en casi todos los delitos, ¿cómo va a ser eficiente la amenaza de la prisión?
La idea de la justicia como la conocemos hoy en día nace desde la conformación del Estado-nación, tiene todos los siglos del mundo y tiene una visión patriarcal del castigo, donde ‘es por la fuerza como las personas aprenden’ y ‘es por medio del miedo como modificas las conductas’.
Esta idea, de la justicia sin cárcel tiene su origen sobre todo en los feminismos. El pacto social al que nos sometimos fue concebido entre hombres y apenas podemos decir que la visión de género empezó a a compartir espacio con visión masculina. Tiene –relativamente– poco que se replanteó el sistema de justicia, y coincide con ese momento en que las mujeres empezamos a ocupar espacios de poder.
Los feminismos antipunitivos creemos que debe de haber una perspectiva distinta de justicia, una que ya no esté orientada al castigo ni sustentada en la fuerza de los militares y en el dominio del cuerpo.
¿Cómo explicarle a las víctimas la ‘justicia sin castigo’?
Evidentemente creemos que hay conductas que merecen la sanción y la solución de la cárcel, como los delitos graves: homicidio, tortura, trata, secuestro, desaparición de personas (…) pero hay otras conductas en especial las vinculadas a los delitos patrimoniales que pueden ser solucionadas de manera distinta.
Ojo aquí, es muy importante diferenciar. La perspectiva antipunitiva, que le exige el Estado tener otro tipo, no solo de sanciones, sino de acciones de prevención del delito, es muy distinta a los movimientos anticarcelarios. La otra corriente piensa que no sirve de nada la prisión y la equipara a una especie de venganza.
¿Cuáles son las alternativas a la cárcel en el modelo de justicia antipunitiva?
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Nosotras proponemos que haya otro tipo de sanciones, otro tipo de consecuencias, y que se diferencien los delitos, para que podamos pensar –en serio– en justicia alternativa.
Deberían haber políticas públicas y ciencias sociales sobre la prevención del delito, con las que seamos capaces de entender qué podemos hacer para evitar las conductas violentas, además de los cambios estructurales indispensables, como garantizar educación, trabajo, oportunidades de acceso a la cultura, etc.
No hemos hecho políticas públicas diferenciadas, con niveles de riesgo distinto, porque no es lo mismo prevenir el robo de rines que un feminicidio. No todo se previene con uniformes y becas. Yo creo que está muy bien dar uniformes, pero así no se previenen los delitos sobre todo en poblaciones en riesgo, que ya vienen de contextos violentos.
Creo que la primera parte es trabajar en la prevención del delito, pero con programas a mediano y largo plazo. A nadie le gustaría tener que esperar 10 años para ver los resultados, la gente quiere ver el resultado ahorita, pero evidentemente nada ha cambiado en los últimos cinco sexenios, y solo ha aumentado la violencia, porque no estamos apostando a prevenirla, y sí buscamos castigarla. Entonces, algo debe de cambiar.
¿Cómo ilustrarías esta clase de justicia?
Hay un montón de de ideas que se me vienen a la cabeza, una de ellas es la de las cárceles abiertas, con personas que puedan entrar y salir y que el Estado explore porqué esas personas cometieron delitos patrimoniales, estoy pensando en robo, extorsión, huachicol (…)
¿Por qué esa clase de delitos? Porque el daño patrimonial es mucho más fácil de restaurar que el resto de los daños y porque ello significaría hablar del 70% de las personas privadas de la libertad. La mayoría de los delitos que se persiguen en este país están vinculados a delitos patrimoniales y a un sistema económico desigualdad con esta clase de consecuencias.
Habría que ver dónde podemos reparar los daños. Cada caso sería distinto, sería cuestión de darle seguimiento, entender cuál es el contexto del delito, preguntarse por qué delinquieron los implicados y ver qué se puede hacer por sus familias, para que la violencia no se replique en el núcleo familiar.
¿Estas alternativas de justicia están muy lejos de la realidad?
De hecho, en la reforma al sistema penal acusatorio –de 2011– ya se contemplaban propuestas de justicia alternativa; sin embargo, venían con una serie de excepciones que hacían básicamente imposible acceder a ellas.
Hoy, volvemos a decir que se debe de hablar de abrir la justicia. Desde Organización Comunitaria por la Paz (Ocupa) creemos que son válidas otras miradas y enfoques. No debemos irnos por la fácil e ineficiente apuesta de qué la única solución es la justicia penal. Sería súper importante pensar en alternativas de justicia para desahogar el sistema penal, de modo que más personas accedan a la justicia y se logren orientar esfuerzos a la prevención del delito, para que los delitos no sucedan.
¿Justicia alternativa y restaurativa son lo mismo?
No son lo mismo, aunque derivan de la misma raíz: la justicia no punitiva. La justicia restaurativa está dirigida a acercar a las partes: tú eres el agresor y tú como víctima ¿qué necesitas para sentirte mejor?
Yo lo pongo mucho en el contexto de la ley Olimpia. A lo mejor hay mujeres que se sienten reparadas sabiendo que su agresor está en en la cárcel; sin embargo, estas mujeres deben de saber que es muy difícil que su agresor termine –efectivamente– en prisión, porque el sistema está digiriendo N cantidad de delitos, que no puede investigar ni castigar ni nada. Así que, probablemente, sientas toda tu vida que no se te hizo justicia.
Pero si accedieras a la justicia restaurativa, entonces se me ocurre una disculpa pública del agresor aceptando su responsabilidad, más una reparación del daño para costear la afectación piscológica, por ejemplo. Lo que nosotras buscamos es que haya opciones para elegir e instituciones que las hagan posibles.
No obstante, la justicia restaurativa debe considerar también qué puede dar el agresor, porque tampoco puedes decirle a alguien que gana el salario mínimo que te reparen el daño con 1 millón de pesos, porque no va a pasar. Se trata de explorar procesos de mediación y vinculación.
Esta clase de justicia buscaría opciones para ayudar a que las mujeres sientan que fueron reparadas en el daño y obligaría al sistema judicial a atender al implicado para que no repita la conducta ilícita.
¿El miedo nos impide pensar en otros modelos de justicia?
Yo creo que sí, tenemos todos los siglos pensando en la justicia a través del castigo. Nacemos con eso nuestra sangre, eso nos enseñan desde niños hasta en la forma de castigarnos.
El punitivismo lo traemos en nuestro ADN, y salirnos de esa caja implica mucho trabajo y flexibilidad mental, para pensar otras soluciones. Se trata de rechazar una serie de dogmas con los que hemos crecido. Y mucha gente ni siquiera se lo cuestiona, cuando lo hablamos suena lógico, pero no siempre tenemos el micrófono y las condiciones para plantearlo ampliamente.
Y además hay que reconocerlo, el punitivismo vende. Nos desarrollamos en una cultura punitiva en la que deseamos que un delincuente ‘se pudra en la cárcel’, aunque ni siquiera suceda así en la vida real.
¿Alguna vez habías pensado que la cárcel no es la única opción para hacer justicia?, ¿también tendrías temor de explorar modelos alternativos? Paola Zavala Saeb te invita a reflexionarlo.